Un Dulce Habitar

UN DULCE HABITAR

Me llamo Raimundo y soy feliz, tremendamente feliz. Tengo 89 años, y la idea de posicionarme en breve en las nueve décadas de vida, no sólo no me asusta sino que me ilusiona enormemente. Vivo en Valencia en un piso situado en la zona universitaria. Una zona tranquila y al mismo tiempo bulliciosa. Pero volviendo a mi piso, diré que es enorme, tiene 82 metros cuadrados sin contar una pequeña terracita. Me reafirmo, es enorme.

Los caprichos de la naturaleza no quisieron facilitarnos descendientes. Fue hace diez años cuando mi querida esposa no quiso verme más. Los médicos dicen que aquella terrible enfermedad le quitó la vida, pero yo creo que se había cansado de que la quisiera tanto que pensó tomarse un descanso y esperarme en el cielo.

Pasados ocho años de estar sólo decidí que aquel piso enorme se merecía tener más moradores. Que sus paredes y luminosos rincones pudieran absorber más historias de las muchas que ya conocían. Una chica estudiante de Económicas que llegó desde Jaén, y un chico de Guadalajara que estudiaba Informática, ocupan desde entonces las otras 2 habitaciones. Creo que mi piso tomó una nueva dimensión. Sus estancias, ya de por sí espaciosas, parecían prolongarse como si estuvieran forradas de espejos.

Ellos han seguido llenando mi vida, hasta hoy. Hoy siento más felicidad y tranquilidad que de costumbre y me parece oir a mi esposa: “Raimundo que hoy ya cumples 90, venga ven que quiero que me vuelvas a querer”. Así que, si estáis leyendo esta carta mis queridos inquilinos, significa que me he ido con mi mujer. Os dejo que disfrutéis de este piso y que lo cuidéis tanto como yo lo he hecho con vosotros.

Se despide felizmente un hombre que ha cumplido 90 años, en un enorme piso.

Raimundo.